viernes, 30 de julio de 2010

El Fénix en CULTURAMAS


Reseña de Ernesto García López en
CULTURAMAS

Este libro nos invita a observarle desde dentro. El Ave Fénix solo caga canela a partir de El Ave Fénix solo caga canela. Una suerte de autoobservación empujada hacia otras posibilidades de lectura. Porque, como primer rasgo destacable del libro, encontramos precisamente eso, la verosimilitud de su propia contingencia, el desborde de sentido a partir de una lógica abierta, entrópica, dispuesta a contaminar y ser contaminada por la perspectiva del lector. Poemas que finalizan fuera del texto. Poemas que se alían con lo contra-textual. Poemas que bifurcan y dispersan y escogen, voluntariamente, la amnesia de sí mismos. Tres territorios diferentes. Uno, 37 poemas plagados de aporías, contradicciones, intersticios y juegos. Dos, un poema extenso (que da título al libro) donde se ofrece (alfabéticamente) una suerte de pandemónium de nuestra contemporaneidad. Tres, una treintena de poemas en prosa inclasificables, que más se acercan al reportaje alucinado, a la introspección proyectiva. El Ave Fénix solo caga canela visto desde dentro-fuera (usaré términos del propio Ángel Cerviño):

Asociación verbal. La poesía de este autor gallego parece un modo de regresar al acontecimiento de la escritura en tanto escritura. Rotas las cadenas de significación, reelaboradas las categorías del discurso, sus versos prefieren rastrear las posibilidades, aún intactas, de alteración del lenguaje como modo de acceso (o fracaso) a nuevos significados y discursos. Todo sirve. Asociaciones irracionales, visiones alucinadas, aparentes interrupciones del orden. Desestructuración. Expresionismo. Adulteración de lo aparente. Vanguardia y clasicismo traídos y asimilados en el seno de nuestra íntima perplejidad.

Cadena significante. Si tal y como señalara el lingüista C. Knight (1998), el lenguaje nació entre los primeros primates a modo de cristalización de nuevos niveles de cooperación social, dando como resultado la germinación de una suerte de “ficción comunal”, con cadenas de significante compartidas; Ángel Cerviño, asumido el desamparo y la desconcentración social de nuestros tiempos, prefiere desestabilizar esas “cadenas de significante” y someterlas a extrañas pruebas de resistencia. Poemas como desconexiones y recodificaciones. Apagado y encendido de nuestros sistemas culturales.

Catarsis. Frente a la literatura puramente ideacional, el reconocimiento del abismo. Aparentemente los poemas de Cerviño parecen jugar con las ideas, con las estrategias retóricas, levantando un “teatro de la lengua” (en términos de Barthes) que hará las delicias de los devotos del arte conceptual. Pero latiendo, casi emboscado, encontramos poemas que bien podrían suscribir estas palabras de Malcolm Lowry: “Y así, a veces, me tengo por un gran explorador que ha descubierto tierras extraordinarias de las que jamás podrá regresar para darlas a conocer al mundo: pues el nombre de estas tierras es infierno.” Leídos con atención uno ya no vuelve a ser el mismo. Algo se ha quebrado dentro. Algo ya no permanece inmóvil.

Identificación proyectiva. El desborde. La porosidad del yo, del nosotros, del tú. Las barreras levantadas. Las fronteras inhibidas. Asumido el acceso precario a la alteridad. Disipadas las lindes entre lo interior y lo exterior. Eliminada la mercancía-fetiche de la identidad, como si fuera un Golem o un nuevo Frankenstein, o, simplemente, lo que queda después de destilar las aparentes verdades de lo subjetivo. Ángel Cerviño nos pone en guardia contra estas falsas certezas. Igual que el Ave Fénix no es hijo ni de padre ni de madre (ni hombre ni mujer), sino que participa de ambos, una suerte de transgénero moderno, nuestra voz se enraíza en la propia identidad y en todo aquello que sobrevive fuera. Por eso es proyectiva. Por eso no reconoce las leyes del engendramiento.

Ligazón-locura. La palabra como modo de conectar sentidos y disiparlos. De hacer verosímil la realidad o enloquecerla. Poesía que arma. Poesía que desbarata. Intersticio entre la cordura y la enajenación. Conviven los dos lados de la mirada verlainiana: la de la Buena Canción de 1870 y la de la Sensatez de 1891. Lo que ensambla y lo que demencia.

Neurosis. Captada la temperatura de nuestra contem- poraneidad. Hombres y mujeres neurasténicos. El lenguaje como radiografía mental. El poema como etnografía del dolor psíquico. La sintaxis vuelve a ser negra. Los vínculos múltiples y debilitados. Poesía realista, pero no al modo figurativo, sino todo lo contrario, colocado en plano simbólico la posición paranoide de nuestra mente en medio de este capitalismo tardío.

Obsesión. Poemas-torrente. Poemas afiebrados. Poemas que se inundan a sí mismos. Solo la contención del ritmo. La musicalidad sincopada. Aunque puesta sobre la perversión y contra todo placer de órgano. La última sección del libro es una secuencia de poemas en chorro, vertiginosos, narrativos, vigorosamente lanzados contra la literatura de la miniatura, la exquisitez y el silencio. La escritura, como diría Enrique Vila-Matas, tomada como obsesión.

Reelaboración. Todos los materiales sirven para Ángel Cerviño. La tradición, la vanguardia, las artes visuales, el cine, la música, la ciencia, la filosofía. Cualquier señal es óptima para reescribir la vida y sus muertes. El Ave Fénix solo caga canela no teme sobreinterpretar ni suprimir, tampoco devolver al presente los hallazgos anteriores. Un libro como un resbaladero por donde se reencarnan todos los significados del hombre.

Subjetividad. La objetividad como imposición, como nueva ideología que es necesario desenmascarar, porque lo subjetivo es lo casi único posible. Mejor aceptar la precariedad de una mirada incompleta, que fingir la autoridad de lo imposible. Los poemas de este libro no renuncian a esa incompletud, y se hacen fuerte desde ella.

Tranferencia (de una pulsión en lo contrario). Siguiendo su lógica, los textos se proyectan desde su unidad dispersa hacia la boca del receptor, haciéndole partícipe de un mismo magma textual, enunciativo, donde han quedado desterradas, definitivamente, las fronteras entre autor y lector. Pero ese texto modificado en la fauce del otro regresa al propio libro regurgitado, transferido como una nueva pulsión, de modo que a cada lectura le sigue otro oscuro envés difícil de codificar. Contrarios que hacen de este libro una obra abierta. Casi todo permanece después de su aparente final. De aquí su vínculo, su acople a la aurora del Yo.

Nos encontramos ante un libro raro. Se acomoda mal a las nóminas manoseadas por los antólogos del momento. Aunque sí da cuenta de una cosa: que el panorama está cambiando, que tras décadas de solipsismo, figuración y encierro poético, empiezan a validarse como posibles nuevas aperturas antes desterradas. Ángel Cerviño, artista plástico, felizmente ahora poeta, contribuye a desentumecer ese recinto. Puede ser que a muchos lectores su propuesta les parezca árida, repetitiva, incluso impostada. Puede ser también que a otros les devuelva el riesgo por tentar los límites del lenguaje. De cualquier modo se trata de un texto valiente y honesto en su búsqueda. Como diría el propio Ángel Cerviño: “Palabras que parecen contraseñas / Y no son más que conjeturas o versos”. Nada más y nada menos.


Ernesto García López

Londres, julio 2010.


Infografía: Microfisuras #4 - A.C.

domingo, 11 de julio de 2010

José Luis Gómez Toré en KOULT

(Reseña publicada en el Magazine KOULT, 24- junio- 2010)

Con El ave fénix solo caga canela, el escritor y artista visual Ángel Cerviño (Lugo, 1956), ha ganado el Premio de Poesía Ciudad de Mérida. La propuesta, arriesgada desde el título, obliga al lector a participar en un juego constante de identificación y distanciamiento, de símbolos que se tejen y desgarraduras irónicas, en el que todo tipo de códigos, desde el de la poesía tradicional al psicoanálisis, pasando por los lenguajes cotidianos y la jerga de los textos especializados y de los mass-media, se entrecruzan para dibujar un paisaje enigmático en el que el sujeto es una encrucijada de voces (“pero sé que no amaré si no me consigo un nombre”).

El propio título juega al despiste, ya que a primera vista se nos presenta únicamente un gesto burlón ante la tradición literaria y los cánones culturales, pero, como se nos aclara en las primeras páginas, constituye una alusión culta a Lacan. En una finta casi barroca el poeta se mofa de la cultura a la que, sin embargo, pertenece. Resulta casi ocioso señalar que este poemario es un libro posmoderno, y sin embargo esto es decir demasiado poco: desde luego, nada tiene que ver con cierta posmodernidad de referencias apresuradas y lecturas de segunda mano. Por el contrario, en el juego inteligente y provocador (o inteligentemente provocador) que nos propone Cerviño se nos muestra que lo que Lyotard llamó la condición postmoderna es menos una ausencia de referentes que un exceso de estos, una biblioteca de Babel al modo de la de Borges que se revela como laberinto.

Algunos nombres relevantes de la apertura a la posmodernidad (Lacan, Foucault, Lévi-Strauss) nos han asomado a la perplejidad de ser hablados por el lenguaje. Así, en los textos de este libro el sujeto se esfuerza por tejer por unos instantes por una voz propia, para no ser arrollado por una marea de códigos y símbolos. Sin embargo, el poema sabe hacer de la necesidad virtud: si como afirman Deleuze y Guattari el arte, como la ciencia y la filosofía, es un combate contra el caos con las armas del caos, aquí el poeta se empeña en sumergirse en ese magma de voces para romper con los significados heredados. Como en la imprevista poética que constituye Sugerencias del departamento de marketing, se trata de acechar a la hora temprana en que todas las palabras dormitan todavía en sus estantes esperando que las llamen para realizar las tareas del día ( /…/ el programa de mano para una representación de ópera / el artículo de un periódico deportivo / los diálogos de una novela inédita /…/ ) y una vez dentro / tomándolas desprevenidas / aprovecha ese momento de calma y silencio para provocar una explosión.

Dicha explosión afecta entre otros (pero no exclusivamente) al lenguaje psicoanálitico, del que el poema que da título al libro constituye a la vez un homenaje y una parodia, tal vez porque el psicoanálisis nos ha revelado hasta qué punto esos “días atravesados por los símbolos” de los que hablaba Gamoneda son todos los días. No sólo lecturas del psicoanálisis como las de Lacan o Laplanche, sino ya el mismo Freud puso las bases para un cuestionamiento de las relaciones unívocas entre el significante y el significado (como ya supo ver el surrealismo, a pesar de que éste hizo una lectura muy sui generis de las teorías freudianas). Pero por eso mismo, la larga lista de términos psicoanalíticos que constituye el citado poema alerta sobre el riesgo de esclerotización que late en todo esfuerzo cultural por domeñar lo inconsciente, la tendencia a etiquetar, a retener la energía liberada en vez de acompañarla en un movimiento que puede ser destructivo pero también creador.

El estallido que provocan los propios movimientos del lenguaje hacen tambalear de igual modo las barreras entre verso y prosa, entre lo lírico y lo narrativo (o incluso entre lo lírico y lo ensayístico), entre el lenguaje convencionalmente literario y el, no menos convencionalmente, no literario. Y en medio de esos movimientos sísmicos un yo siempre perplejo, escindido y recompuesto a cada instante, un yo que nunca es uno y se sorprende de sus propias metamorfosis: Euforia de colibrí / Pataleta de centauro.

Imagen: Cromoterapia #2 (fragmento)

viernes, 2 de julio de 2010

MAKING OFF


en tales ocasiones suele suceder que la situación se vuelve explosiva / y en el momento más inesperado un incidente trivial actúa como detonante / sobre todo si se ha estado bebiendo demasiado durante demasiado tiempo / y pasan los días y nadie sale a dar la cara y ofrecer una explicación medianamente razonable que justifique la repentina paralización del rodaje / así que todo el personal / actores y técnicos incluidos / se ve obligado a acudir cada día al plató a esperar que alguien ordene reanudar el trabajo / o los envíe a casa con una buena indemnización y un saquito de promesas / (se hace efectivo el cheque y se tiran las promesas / ya se sabe cómo funciona esto) / mientras tanto el único que parece satisfecho es el responsable de la cafetería que no deja de servir sándwiches y cervezas / todos fuman y beben sin parar / beben y fuman sin parar / las conversaciones suben de tono y / a medida que se acumulan jornadas sin cobrar / las discusiones se inclinan a lo delirante y lo absurdo / rebuscando en los asuntos más peregrinos / volviendo una y otra vez sobre lo mismo / haciéndose repetitivas y previsibles / ... / en el bar el tráfago es incesante / la sala parece siempre abarrotada / como si alguien hubiera establecido un anárquico y eficaz sistema de turnos / casi todas las mesas están sobrecargadas / a cada una se han arrimado dos o tres sillas más de las que una sana geometría parece proponer / discutidores de a pie cubren los huecos entre los grupos sentados / y ante la barra / como oleadas de asalto / vienen a desfallecer pelotones de gesticulantes que reclaman sin éxito la atención de un par de camareras ya suficientemente irritables los días calmos / ... / sólo permanece aislada y en silencio en una mesa del fondo / La Zorra / ensimismada ante un plato con un racimo de uvas / nunca pide otra cosa que no sea “un racimo de uvas muy maduras / por favor” (insiste cada vez) / aunque no siempre las termina y en muchas ocasiones ni siquiera las toca / se queda toda la tarde en su rincón indiferente al bullicio / ... / en la mesa más próxima / dándole caritativamente la espalda / El Erizo y El Zorro / comparan sus tretas a gritos / jaleados y aplaudidos por sendos grupos de incondicionales descaradamente proclives al cambio de bando / ... / un poco más allá / recostadas contra el cenicero en el centro de otra mesa / volviéndose a cada rato para pedir algo de silencio a los volubles alborotadores / La Hormiga y La Cigarra / tratan de alcanzar un acuerdo y definir una estrategia común de cara al próximo invierno / ... / bajo la atenta mirada de El Lobo / cubierto de forma un tanto estrafalaria con una blanquísima y raquítica piel de oveja / que se sienta en la única silla ocupada de la mesa / (pese a la amabilidad obsequiosa y a la expresión ovejuna con que atisba alrededor / la suya es la única mesa en la que todavía quedan sillas vacías que nadie parece necesitar) / ... / a sus pies / volteada por la cerveza / dormita bajo la mesa La Tortuga / se agita y galopa paticorta por los prados del sueño / dando alcance a La Liebre en una vertiginosa curva / ... / ajeno a sus espasmos El Ratón / ostensiblememente borracho / se abraza una y otra vez a un grupo de compañeros / sobrios y ya impacientes / de los que acaba de recibir con ceremoniosas reverencias un cascabel anudado a una larga cinta de seda / ... / en el siguiente cónclave una partida de perros de caza de diverso pelaje e imprecisos rasgos raciales (si bien todos con cierta tendencia al bigote hirsuto) / se mantiene expectante en torno a la mesa en que Los Dos Conejos discuten escolásticamente altas cuestiones de anatomía canina / ... / las orejas enhiestas y peludas de la manada de cazadores fueron las primeras en detectar que algo estaba cambiando en la acústica del local / los sonidos se acoplaban y lo que antes era disonante y aun contrapuesto se engranaba ahora con recién descubiertas afinidades / todas las voces resonaron juntas / plenas de potencia y amenaza / en un inquietante zumbido / la tensión subió de tono condensando la atmósfera y estrechando el hueco del recinto / el ensordecedor estrépito pareció fundirse en un único latido / atronador como el primer rugido de una tormenta que oscurece el cielo y petrifica en un destello las ramas de los árboles / ... / los que estaban hablando bajaron la voz y las conversaciones se fueron apagando / los gestos se paralizaron inconclusos / la copa se detuvo a escasos centímetros del labio / el dedo índice permaneció alzado y no sacudió la ceniza del cigarrillo / ... / instintivamente todos alzaron la vista hacia lo alto / lámparas industriales y tubos de ventilación barnizados de grasa / ... / el silencio se espesó al mezclarse con el humo y se agrió con un vapor rancio de cerveza derramada que dificultaba la respiración / y justo en ese momento sonó / pura / cristalina / ridícula y desafinada / una nota de flauta / inmediatamente después se oyó a El Burro gritar “¡suena / suena!” / “¡ha sonado / ha sonado!” / ... / las carcajadas resultaron físicamente liberadoras / los diafragmas se dilataron / algunos se cayeron de las sillas convulsionados de risa / a los más se les saltaban las lágrimas / otros se palmeaban vigorosamente los muslos / todos remedaban las palabras de la acémila / y los que estaban más cerca lo abrazaban o le daban palmadas en la espalda / él sonreía a izquierda y derecha / atolondrado aceptaba las felicitaciones / y sin terminar de salir de su propio éxtasis repetía incrédulo / con una voz cada vez más baja / apenas audible en el tremendo barullo que su proeza había desencadenado / “¡suena / suena!” / “¡ha sonado / ha sonado!” /

(De El ave fénix solo caga canela)