sábado, 6 de febrero de 2010

Fénix en Mérida

En la presentación de El ave fénix solo caga canela, el poeta Antonio Orihuela habló de la obra con estas palabras:

Quisiera comenzar esta presentación compartiendo con vosotros mi alegría por ver premiado un libro que, normalmente, no suele estar entre los habituales de los premios literarios, pues es norma que, en la mayoría de ellos, se busquen y se premien libros más o menos canónicos, ajustados a la norma literaria, epigonales de alguna corriente de moda y, en cualquier caso, políticamente correctos, sin grandes estridencias y, mucho menos, riesgo alguno desde el punto de vista literario. Y digo esto porque el libro de Ángel Cerviño contraviene toda lógica y está hecho a base de heterodoxia, radicalidad formal y discursiva, incorrección y buenas dosis de estridencia verbal ya desde el mismo título. Que se haya alzado, por tanto, con uno de los más importantes premios literarios del país, valorado hace poco en el blog `Crítica poética y contracrítica´ con un nueve sobre diez, lo hace, por tanto, ganador no sólo del premio de poesía ciudad de Mérida, sino también ganador del premio literario mejor valorado de todo el país, y esto debe ser, para todos los emeritenses, otro motivo más de orgullo.

Yo creo que la mejor forma de acercarse a este libro de Ángel Cerviño es hacerlo como si uno se acercara a una caja de sorpresas, a un cofre mágico donde debemos estar preparados para aceptar el heterogéneo magma que en él bulle. Y digo esto porque “El ave fénix sólo caga canela” está hecho de casi todos los componentes que, desvertebrados, quisieron adornar los poetas de vanguardia su desconfianza por toda lógica del sentido. En esta fidelidad, Ángel es contundente: No hay idea salvadora, no hay coartada, tan solo somos una caja de resonancia, un algo lleno de signos, pensamiento hecho de límites y azares que discurren y crecen en forma de pequeños mantras, rezos, invocaciones, instrucciones, asociaciones y reflexiones con los que saludar al cuerpo desmembrado que somos en tanto sujetos y en tanto lenguaje. Poesía hecha de acontecimientos, discursos interrumpidos, diálogos surreales que recuerdan a sesiones psicoanalíticas o a ejercicios de asociación de ideas, anáforas que parecieran arrancarse por peteneras gallegas si Ángel fuera capaz de cortar con el río de su nombradía que, sin embargo, corre torrencial en confesiones, retazos de un diario imposible hecho de fragmentos de caleidoscopio, juegos imposibles hechos sobre figuras retóricas que hace años no manejábamos (polisemia, paranomasia, oximorón, sinestesias, homofonías, onomatopeyas, cacofonías, neologismos, elisiones, trabalenguas, enumeraciones, permutaciones, apropiaciones, etc.), y que nos golpean una y otra vez confirmándonos algo a lo que normalmente nos negamos: aceptar que la palabra no sea sólida, que se pueda construir también con humor un universo poético que toma vuelo en lo cotidiano y a él vuelve, que las palabras se puedan volver del revés como los calcetines y que así dispuestas aún tengan capacidad para seguir interpelándonos, para seguir queriendo contarse entre nosotros, porque este es un libro hecho de una oscura claridad, de una melodía conceptual y simbolista, de un pensamiento que no para de discurrir entre el azar y lo premeditado, un libro que quiere explotar los límites para ver si por ahí se desemboca en algún otro sitio, que saca chispas de la lengua, que cortocircuita la sintaxis, que comete incorrecciones gramaticales, y que se dirige, en medio de todas estas incertezas hacia la palabra como principio del final del discurso, porque, como él mismo nos recuerda, al final, en la capilla ardiente de toda la nombradía, el sentido es ave traviesa de paso leve y asustadizo y este libro es, sobre todo, eso, un ejercicio de sentido para los que quieran, con él, seguir eludiendo, más allá del lenguaje, todas las trampas.

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