jueves, 3 de febrero de 2011

Kamasutra para Hansel & Gretel


"Moloch whose name is the mind"
Allen Ginsberg


El pintor, como la naturaleza, dispone de un limitado número de procedimientos que utiliza, alterando la escala, en diferentes niveles de la realidad. No resulta infrecuente encontrarse, una y otra vez a lo largo de los años, con ciclos temáticos que atraviesan indemnes las más enfrentadas etapas y querencias estilísticas: iconos y gestos que afloran de nuevo, recurrentes y obstinados como manchas de humedad.

 Juegos de sentido que se organizan en torno a kits de conceptos y resuenan como frases musicales: grupos de notas/ideas sometidas a secuencias de repetición y permuta. Los hábitos cognitivos inoculados durante el proceso de socialización (y un cierto isomorfismo de las estructuras verbales con las que el pensamiento levanta sus edificios) se las arreglan para roturar el territorio en el que arraigan y proliferan nuestras obsesiones. Existe una geometría de la ansiedad y una arquitectura del desaliento.

Los carnets de un pintor son sus libros de autoayuda, sus materiales de autoconstrucción: ejercicios mnemotécnicos para mantener la dirección del pensamiento, migas de pan en el bosque de los signos. En sus páginas hace acopio de posibilidades de sentido que ya utilizará mañana, y allí se reúnen, sin más autoridad que la que impone el azar de los encuentros y el capricho del momento, reflexiones sobre el propio oficio, dibujos, recortes de prensa, notas de lectura, miniaturas narrativas, recuerdos de la infancia, fotografías, proyectos de cuadros, borradores de cartas..., toda clase de elementos que, por una u otra razón, se cree necesario retener o conservar, porque "quizá algún día me puedan ser útiles", porque quizá algún día ayuden a recordar algo que ahora mismo no se sabe que se ha olvidado.

Los textos aquí reunidos vagabundean sin pudor entre los códigos más diversos. El propósito de este Kamasutra no es otro que el de ensayar nuevas posturas vitales con unos materiales a los que han otorgado espesor los años, y ligereza el deseo insatisfecho de alcanzar algún logro definitivo. Cada pieza proyecta destellos y sombras sobre aquellas otras ante las que se ha situado, cada signo se vierte en otro signo: eslabones de una infinita cadena en la que significar es traducir.

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