after Jacques Callot (1592 - 1635)
Aimée dice:
- “/.../ nada es urgente, pero allá se está amasando la tormenta”
- “/.../ durante el otoño, cuando los encinares engolosinan las bestias, entonces hay que correr”
- “/.../ y las colinas no ceden en nada, las colinas se alinean para la ofensiva, ebrias por los aromas de la maleza malva”
- “/.../ su corazón quema como tila, los planetas envueltos en llamas baten alas”
- “/.../ se calcula que habrá que perder cuatro días para casarse, ¡es mucho en plena temporada!, un día para comprar las telas, el otro para comprar el oro, el otro en casa de la costurera y el cuarto para firmar el contrato”
- /.../ quiero salir y me disparan unas ráfagas de reculada, y pago un derecho de muellaje”
- “/.../ sigue la multitud de mujeres ebrias / Hocicos sangrantes o lenguas asesinas / En los muslos inscripciones cifradas”
- “/.../ sigue la diosa de las maquinaciones infernales, la de pelos de perro en el vientre, /.../ ponte a leer su sobaco, le dice un descargador a otro”
Aimée A. es el apodo clínico -¿el nombre de guerra?- de una mujer diagnosticada como demente paranoide (“el delirio que ha presentado la enferma ofrece la gama casi completa de los temas paranoicos de persecución y grandeza”). Aimée fue internada en una clínica psiquiátrica tras varios episodios violentos que culminaron con el intento de apuñalamiento de una conocida actriz. Durante su reclusión, en torno al año 1930, fue tratada por Jacques Lacan, que incluirá un detallado estudio del “caso Aimée” como apoyatura a los argumentos de su tesis doctoral “De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad”.
Además de numerosas cartas y cuadernos con anotaciones relativas a sus delirios, Aimée es autora de una autobiografía, compuesta a petición del propio Lacan durante su estancia en la clínica, a la que tituló “Confesiones de Agachadiza” (en referencia a la pequeña ave limícola que, con su larguísimo pico flexible en la punta, se alimenta sorbiendo gusanos y pequeños moluscos de los fondos fangosos de los humedales); pero su obra más importante, tanto desde el punto de vista clínico como el literario, la constituyen dos novelas escritas antes del atentado que desencadenó su encierro: “El detractor” y “Salvo vuestro respeto”, de ellas se han extraído las citas con que se iniciaba este comentario.
El caso de la desdichada Aimée no es más que un episodio suelto de esa narración, todavía sin escribir, que trace la cartografía de la relación entre experiencia clínica y escritura, que tantos frutos ha dado durante buena parte del siglo XX. La historia de una contaminación, en la que inevitablemente el lenguaje de la cura se va a contagiar del lenguaje de la enfermedad. Un capítulo perdido de la historia de la literatura, la historia de un emparentamiento cuya oficialización de esponsales podría datarse en el momento de la publicación en MINOTAURE, la revista más cool -y lujosa- del momento, de dos artículos de Jacques Lacan (“Le problème du style et la conception psychriatique des formes paranoïaques de l´expérience”, en Minotaure, nº 1, 1933 - “Motifs du crime paranoïaque”, en Minotaure, nº 3, 1933), compartiendo espacio con Picasso, Dalí, Breton, Eluard y toda la plana mayor del surrealismo.
Apenas unos años antes (1928) André Breton había publicado “Nadja” y sentado las bases de la fascinación surrealista por la experiencia límite de vida y escritura. Inaugurando de paso un género documental que a lo largo de todo el siglo producirá una más que interesante serie de emparejamientos*, que van a cruzar con decisión las fronteras de la poesía y la literatura para extenderse a todos los territorios de lo pensado: filosofía, lingüística, antropología, sociología, ...estética y crítica de arte.
El contagio se propaga imparable y el lenguaje, de la mano de un pequeño grupo de inspirados grafomaníacos, se convierte, quizá de forma ya irreversible, en un compuesto químico altamente inestable. La fascinación por el decir delirante empuja a una exploración exhaustiva de la delgada frontera entre la genialidad y el desatino. El resultado terminará por quedar fijado en una suerte de escritura anfibia que podríamos llamar estilo delirante calculado, que dejará su impronta en buena parte del canon literario y filosófico de la segunda mitad del siglo XX, del que el propio Lacan es sin duda el ejemplo más destacado.
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André Breton / Nadja
Jacques Lacan / Aimée
Jacques Lacan / Marcelle
Marcel Duchamp / Raymond Roussel
Michel Foucault / Raymond Roussel
Marcel Duchamp / Jean-Pierre Brisset
Gilles Deleuze / Louis Wolfson
Michel Foucault / Pierre Riviere
Jacques Lacan / Daniel Paul Schreber
La locura mueve el mundo. ¿Que no?
ResponderEliminarCéfiro. Yo diría que lo mueve, como el viento mueve las hojas: lo acaricia
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